sábado, 19 de febrero de 2011

La poesía narra lo que nunca envejece, porque nunca sucedió.

“Es, en efecto, falta de educación no saber, con respecto a qué es necesario buscar una prueba y, con respecto a qué no lo es.”
Aristóteles. Metafísica Libro IV (1006ª ss.)


¿A qué educación se refiere Aristóteles?, ¿Es acaso la pregunta por la distinción entre lo racional y lo irracional?
Esto apunta a saber antes que otra cosa, a que tenemos necesidad de una educación en el pensar, pero esto implica el problema de que no es posible posibilitar la decisión si antes no la admitimos. ¿En qué clase de circulo nos movemos aquí? ¿Significa esto que la tarea del pensar consistiría en abandonar el pensar anterior y repensar lo propio del pensar?



Veamos que nos dice Heidegger:


Que significa pensar. (primera parte)

QUINTA LECCIÓN.

…el aprender no se puede lograr a fuerza de regaños. Y sin embargo, en ocasiones uno tiene que alzar la voz mientras está enseñando. Hasta tiene que gritar y gritar, aun donde se trata de hacer aprender un asunto tan silencioso como es el pensar. Nietzsche que era uno de los hombres más silenciosos y retraídos, sabía de esta necesidad. Sufrió el tormento de tener que gritar. En una década en que la opinión pública no sabía todavía nada de guerras mundiales, en que la fe en el “progreso” casi se estaba haciendo la religión de los pueblos y estado civilizados, Nietzsche lanzó el grito: “El desierto está creciendo...”
Este grito escrito de su pensamiento es el libro que intituló: Así habló Zaratustra. Esta obra de Nietzsche piensa el único pensamiento de este pensador: el pensamiento del eterno retorno de lo Mismo. Cada pensador piensa solamente un único pensamiento.
“Así hablo Zaratustra. Un libro para todos y ninguno”. ¡Qué inquietante es la forma en que este subtítulo de la obra se ha verificado en los setenta años que han pasado desde su aparición -pero en el sentido exactamente inverso! Llegó a ser un libro para cualquiera, y no asoma ningún pensante que esté a la altura del pensamiento fundamental de este libro y de su oscuridad. En la cuarta y última parte de este libro, escribió Nietzsche la palabra: “El desierto está creciendo...”, escribiendo en esta palabra todo cuanto sabía. Porque esta palabra es el título de un canto que escribió Nietzsche cuando estaba más alejado que nunca de la vieja Europa nubosa, húmeda y melancólica. La palabra completa dice así: “El desierto está creciendo: ¡ay del que alberga desiertos!” ¿A quién va dirigido este “¡ay!”? ¿Pensó Nietzsche aquí en sí mismo? ¿Y qué si hubiera sabido que precisamente su pensar había de acarrear primero una devastación en medio de la cual alguna vez, y procedente de otra parte, nacerían aquí y allá oasis y brotarían manantiales? ¿Y qué si hubiera sabido que él había de ser una transición provisional que señala tanto hacia el porvenir como hacia el pasado, siendo por esto ambigua en todas sus partes, hasta en la forma y el sentido de la misma transición? Todo lo indica así, como el mismo Nietzsche lo sabía y lo cual por esta razón, expresó a menudo en palabras enigmáticas. Ésta es también la razón por la que un diálogo pensante con él se va trasponiendo de continuo a otras dimensiones. Por eso, frente a su pensar fracasan en un sentido especial todas las fórmulas y títulos. Esto no quiere decir en manera alguna que el pensar de Nietzsche no sea más que un juego con imágenes y signos del que pueda uno desdecirse y retirar lo dicho en cualquier momento. Lo pensado de su pensamiento es unívoco si lo hubo; pero lo unívoco es pluridimensional, en dimensiones que ensamblan unas con otras. Una de las razones que para ello hay está en que en los pensamientos de Nietzsche están reunidos convenientemente, aunque transformados sin excepción, todos los motivos del pensamiento occidental.


En su pensamiento se traduce al lenguaje lo que es, o más precisamente, lo que todavía ha de venir al ser. Porque la “época moderna” no ha tocado a su fin en manera alguna. Por el contrario, está entrando recién en los comienzos de su consumación que presumiblemente ha de ser de larga duración. ¿Y el pensamiento de Nietzsche? Es parte de lo que da que pensar que aún no ha sido hallado. Es parte de lo que por antonomasia incita a pensar el que no estemos preparados en lo más mínimo para perder en verdad lo hallado, en lugar de sólo pasarlo por alto y esquivarlo. Este esquivarlo se realiza a menudo en forma inocua, a saber, presentando una exposición completa de la filosofía de Nietzsche. Como si pudiese haber una exposición que no deba ser necesariamente, y hasta en los últimos resquicios, una interpretación. Como si pudiese haber interpretación alguna que se salva de ser una toma de posición, cuando no, por su punto de partida, ya un tácito rechazo y refutación. Pero nunca será posible superar a un pensador refutándolo y amontonando en torno a él una literatura refutatoria. Lo pensado por un pensador solamente puede superarse reduciendo lo impensado de su pensamiento a una verdad esencial.

SEXTA LECCIÓN

…un momento histórico que Nietzsche fue el primero en comprender claramente, siendo también el único hasta el momento que meditase metafísicamente sobre todos su alcances. Es el momento en que el hombre se apresta a asumir el poder sobre la tierra en su totalidad.

Nietzsche es el primero que se plantea la pregunta: ¿el hombre en cuanto hombre con su esencia tal como ésta ha sido hasta el presente, está preparado para la asunción del poder? Y de no ser así, ¿qué deberá producirse en el hombre tal como ha sido hasta el presente, para que pueda “someter” a la tierra, dando cumplimiento de esta manera a una palabra del Antiguo Testamento? Dentro del horizonte de su pensamiento, Nietzsche llama a este hombre tal como ha sido hasta el momento, “el último hombre”. El último hombre es aquel que ya no es capaz de ver más allá de sí mismo y de ascender antes que nada por encima de sí mismo hasta el ámbito de su misión, para hacerse cargo de la misma, conforme a su esencia. Nietzsche aclara: esta esencia del hombre todavía no ha sido definida, es decir, no ha sido hallada ni determinada. Por esto dice Nietzsche : “El hombre es el animal aún no definido”. Esta afirmación suena extraña. Sin embargo, no hace sino pronunciar lo que el pensamiento occidental pensó en todo momento acerca del hombre. El hombre es el “animal rationale”, el animal racional. Por la razón el hombre se eleva sobre el animal, pero de tal manera que en todo momento tiene que mirar hacia abajo a la altura del animal, para someterlo, para dominarlo. Si tomamos lo animal como lo sensible, y la razón como lo no sensible y suprasensible, entonces aparece el hombre, el animal rationale como el ser sensible-suprasensible. Si, de acuerdo a la tradición denominamos lo sensible como lo físico, entonces la razón, lo suprasensible se muestra como algo que trasciende lo sensible lo físico. Más allá se dice en griego metà; metà ta fysicá: más allá de lo físico, sensible, lo suprasensible, en su más allá de lo físico es lo metafísico. El hombre en cuanto se lo representa como animal rationale, es lo físico en la superación de lo físico; dicho en una palabra: en la esencia del hombre como animal rationale se congrega el más-allá-de lo físico hacia lo no-físico: de esta manera el hombre es lo metafísico mismo.

El hombre tal como es hasta el presente es el último hombre, en el sentido de que no es capaz, y esto equivale a decir que no quiere someterse a sí mismo y despreciar lo despreciable de su manera de ser hasta ahora. Por esto hay que buscar para el hombre la transición hacia el más allá de sí mismo; por esto hay que encontrar el puente que conduce a la esencia en virtud, de la cual el hombre tal como fue hasta ahora puede ser el vencedor de la esencia que ha sido hasta el presente, y que es la ultima. Nietzsche llama al hombre que va más allá del que existió hasta ahora, el “super-hombre”. Lo que Nietzsche precisamente no quiere decir con este nombre es un hombre tal como ha sido hasta ahora y solamente superdimensionado. Tampoco designa una especie de hombre que desecha lo “humano”, entronizando el arbitrio como ley y haciendo una regla del delirio titánico. El superhombre es aquel que traspone la esencia del hombre que ha sido hasta ahora, a su verdad, incorporándose esta última. El hombre que ha sido hasta ahora determinado así en su esencia, ha de ponerse en condiciones, por este medio, de ser en el futuro el amo de la tierra, es decir, de administrar las posibilidades que ad-vienen al hombre futuro a partir de la esencia de la trasformación técnica de la tierra y de la acción humana. Pero jamás debemos buscar la figura de la esencia del superhombre en aquellos personajes que son promovidos como altos funcionarios de una voluntad de poder superficial y mal interpretada a los puestos cumbres de las diversas formas de organización de aquélla.


“¡El desierto está creciendo, desventurado el que alberga desiertos!” ¿A quién se dirige este “desventurado”? Es el superhombre: porque el transeúnte ha de ser un decadente; el camino del superhombre se inicia en su ocaso.


El superhombre va más allá del hombre cual ha sido hasta ahora y que por esto, es el último hombre. De no quedarse estancado en la especie del hombre cual ha sido hasta ahora, el hombre es una transición: es un puente: es “una cuerda tendida entre el animal y el superhombre”. Zaratustra no es todavía el mismo superhombre, sino el primero absolutamente que transita hacia aquél, o sea, que es el que se está haciendo superhombre.


Nietzsche caracteriza al último hombre como el que ha sido hasta ahora, el que, por así decirlo, consolida en sí mismo la esencia del hombre tal cual existe hasta el presente. Por esto es precisamente el último hombre quien se mantiene más alejado de la posibilidad de pasar más allá de sí mismo. Debido a la manera de ser del último hombre, la razón, el representar tienen en consecuencia que perecer de un modo peculiar, y por así decirlo, obstruirse en sí mismo. El representar acaba entonces por atenerse solamente a lo que le sea yuxta-puesto o pro-puesto, y esto en calidad de tal, cuya proposición queda regulada por el manejo y el arbitrio del representar humano y que por mutuo convenio se ajusta a la comprensibilidad y conveniencia generales. Todo lo que es, llega a manifestarse solamente en la medida que merced a este representar tácitamente convenido se propone como objeto o un estado de cosas, obteniendo de esta manera su licencia de admisión. El último hombre, la especie definitiva del hombre tal cual ha sido hasta ahora se confiere en general así mismo y todo lo que es, la estabilidad, por medio de una manera especial de representar.

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